Indefensión aprendida, ¿sabes lo que es?

En los años 70, Maier y Seligman, dos psicólogos estadounidenses, estudiaron lo que ellos llamaron IMPOTENCIA APRENDIDA (indefensión aprendida) en animales. Sus estudios consistían en administrar repetidamente dolorosas descargas eléctricas a perros encerrados en jaulas (“descargas eléctricas ineludibles”).

Más allá de lo que me pueda parecer la crueldad de la investigación con perros, como amante de los animales que soy, el estudio arrojó muchísima información sobre este fenómeno psicológico.

Para resumir, en esta investigación se dividieron los perros en 3 grupos:

  • Escapables: Son expuestos a la descarga (consecuencia aversiva) pero los animales pueden dar una respuesta y salir de la jaula. Es decir, controlan las consecuencias. Pueden escapar.
  • Inescapables: Son expuestos a la descarga (consecuencia aversiva) pero ninguna respuesta que dé el animal puede hacer que escape o salga de la jaula. Es decir, no controlan las consecuencias. No puede escapar.
  • Control: No son expuesto a la descarga. Es el grupo necesario para saber que la investigación tiene fiabilidad y validez.

Los perros del grupo escapable salían corriendo, pero los que habían sido sometidos a la descargas sin poder escapar (grupo inescapable), al cabo de varias sesiones, no hicieron ningún intento por salir aunque la puerta estuviera abierta. Es decir, estos últimos mostraban una dificultad en su respuesta de escapar o evitar la situación desagradable, aprendían que esa situación es incontrolable y que no pueden hacer nada para salir de ahí.

El fenómeno de indefensión aprendida se manifiesta a través de tres déficits:

  • Motivacional: hay un retraso a la hora de dar respuestas voluntarias para escapar o salir de la situación. Como el animal o la persona cree que lo que hace (sus respuestas) no afectan a las consecuencias, no las realiza o disminuye la probabilidad de que las realice.
  • Cognitivo: Deja de aprenderse que las respuestas que se dan controlan las consecuencias.
  • Emocional: Debido a toda esta situación surgen desórdenes conductuales, fisiológicos, y un estado de ansiedad, miedo y depresión.

Por lo tanto, la indefensión aprendida es ese estado psicológico y emocional que se produce cuando una persona o animal siente que es incapaz de modificar una situación, o un estado mediante su conducta. Es decir aprende que haga lo que haga, esa acción no influirá en el resultado.

Percibir el entorno como incontrolable, independientemente de nuestras acciones, es lo que desencadena este estado. Incluso, a veces, aunque la situación cambie puedes llegar a seguir creyendo que es mejor no hacer nada porque la solución no se ha debido a tu actuación. Por lo tanto se llega al no afrontamiento, al bloqueo y a una situación de pasividad ante el ambiente. Afectando a la autoestima y al estado de ánimo, generando depresión, ansiedad, aislamiento, impotencia, resignación, etc.

Os pongo  ejemplos para que lo entendáis mejor:

  • Un/a niño/a que cuando llora, no se le atiende, empieza a dejar de llorar y se acostumbran a dejar de pedir cuidado aunque sientan hambre, sueño…
  • En las mujeres víctimas de violencia de género viven situaciones que consideran que no tienen escapatoria. Hagan lo que hagan siente que van a seguir siendo maltratadas.
  • Un estudiante que por mucho que estudie, no aprueba…finalmente dejará de estudiar.
  • Una persona que por mucho que busque trabajo, no lo encuentra…dejará de buscar.

La mera oportunidad de escapar no hace que los animales o personas traumatizadas, tomen necesariamente el camino hacia la libertad. Muchas personas traumatizadas simplemente se rinden. En lugar de experimentar el riesgo de nuevas opciones, permanecen bloqueadas en el miedo que ya conocen.

¿Se puede salir de ese estado?

Como he comentado, este estado psicológico es APRENDIDO y, como cualquier conducta aprendida,  puede ser modificada. ¿Cómo? generando comportamientos alternativos que nos ayuden a ganar confianza, resolver problemas, ganar autoestima, etc. Es importante que estos nuevos recursos estén asociados a expectativas y experiencias positivas. Y las personas que lo sufren deben reconocerse, valorare y agradecerse que los cambios para modificar las vivencias negativas se deben a ellas mismas y no a su entorno.

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